19 agosto 2014

El aroma de la mente.

Con el paso de los años me voy dando cuenta de que la gente ha ido dejando de lado los libros gradualmente.

Antes te subías al tren, al bus, al metro... y siempre te encontrabas a gente que pasaba las páginas de una novela, un periódico, incluso un tebeo. Ahora ya no, la tecnología se ha ido imponiendo y ya no ves a ese tipo de personas en casi ningún sitio. Ahora todo el mundo se ha aficionado a coleccionar golosinas en los videojuegos de sus móviles o tablets (que esa es otra, de la gente que te encuentras leyendo, el 80% lo hace en una tablet o en un libro electrónico. Y digo yo, ¿qué emoción tiene leer un libro en una pantalla que no huele, suena ni pesa como un libro?), a evitar que un pajarito toque el suelo o a matar cerdos a cañonazos.

No existe esa interacción que había antes cuando veías a alguien que leía el mismo libro que tú y comentabais el devenir de la historia. Ya no se escucha el papel crujiendo, no, ahora se escuchan sonidos electrónicos que nos indican que hemos perdido una vida.

Vas a las librerías y las ves vacías, solo habitadas por unos pocos que todavía conservan ese gusto por los libros del que a mí me gusta presumir.

Siempre digo que, llegado el día, vamos a dejar de tener estanterías con libros para sustituirlas por una simple mesilla en la que nos quepa el móvil, la tablet y el libro electrónico. Qué ambientes más tristes serán esos, vacíos de historias, conocimiento y aventuras.

Porque, queridos lectores, donde esté un libro como tal, en su estado físico tal y como fue concebido en un principio, que se quite toda modernez inventada por unos pocos y que ahora usan unos muchos.