te das cuenta de que tu sangre bombea a una velocidad
endiablada debido a que tu pulso se acelera y pierdes la noción del tiempo. Darte
cuenta que tu mente se centra en el pensamiento único y que no eres capaz de parar
el torrente que fluye de dentro hacia fuera, de fuera hacia dentro.
Y sentir el frío en la cara; la brisa de tu llanto, el olor
de tu mirada.
Comprendes;
llegas al convencimiento de que ese siempre ha sido tu
objetivo. No siempre, pero sí en el presente, que es lo que importa. Cambia tu
forma de pensar y tiendes a imaginar tu vida a su lado; nada más lejos de la
realidad, porque el futuro es incierto y construye sus bases en el presente
anterior.
Y ese frío te corta la respiración; te hace sentir vivo
mientras, conscientemente, mueres lentamente.
Reaccionas,
pero, como en las mejores historias, siempre es tarde. No
eres capaz de pararlo a tiempo y ya te ha calado en los huesos. Has llegado a
tal punto que te has impregnado de su esencia y no hay solución milagrosa a semejante
explosión. La coraza que creías tener ya no está.
Y las hojas han caído pero él sigue allí, parado, esperando
ese momento que nunca llega.
Cambias,
pero todos los caminos conducen al mismo sitio. Es un
círculo vicioso, y ella corre, escapa de una realidad para la que no ha sido
concebida. Y entonces él vuelve a comprender, pero no de la manera que le
gustaría.
Y no queda nada más que el recuerdo de una sombra que nunca
fue y que nunca será, una sombra creada en base a una realidad alterada que lo
atormenta.
Vives;
buscas en los recuerdos, los que ella dejó, los que te hacen
sentir el frío, los que a la vez te mantienen caliente. Y con ello te quedas,
porque a base de recuerdos se mantiene el mundo en el que vives, el presente
que en un segundo será futuro. Y piensas en ella, a cada minuto, porque no es
algo que va y viene, es algo que está.
Imaginas,
porque toda tu existencia se centra en eso, idealizar; besar
sus labios de aire y acariciar su pelo etéreo, susurrar el silencio en su oído
mientras por dentro gritas, gritas fuerte porque el dolor te hace sentir vivo, y
sientes frío, porque el frío duele y estás vivo; y entonces, sólo entonces,
respiras...