Débil. Cáustico. Cobarde. Simple. Perdido. Irrelevante.
Me asfixio de manera interna. Si de verdad existe la
autoestima, no entra en mi vocabulario. Busco patrones que repetir para evitar
salir de mi zona de confort. Pero mi zona de confort no me provoca la sensación
de refugio y bienestar deseada; quema…
Me gusta que queme. Quiero que queme.
Avivo las llamas y desnudo cuerpo y mente por y para ellas.
No busco redención. No busco respuestas. No pido clemencia. Es mi mundo. Es mi
cueva. Es mi escudo. No me protege, pero nunca me expone a lo que hay fuera.
Si no hay llamas, tengo frío. Me gusta el frío. No me
congela, me entumece; quema…
Círculo vicioso. Patrones. Quema. Es la única constante en
algo cíclico. No. Negación, pero aceptación.
No hay caminos, simplemente infinitas posibilidades girando
en torno al mismo resultado. Constante.
Es la sensación de existir y no hacerlo al mismo tiempo. De no
querer hacerlo. De no estar.
Soñar. Pero ninguno de los sueños es bonito. No es
placentero. Siempre quema, y duele, y agota. La falta de estímulos externos
lleva a la mente a alcanzar otros de manera interna, con el subconsciente. Agonía.
La agonía del punto muerto. Suenan las alarmas pero el ruido
blanco me impide oírlas. No escucho, no siento, no veo; tampoco me interesa. ¿O
sí?
Quiero convencerme de que lo ajeno es ajeno y lo propio
también. Quiero ser prescindible. Necesito ser prescindible. No puedo soportar
la sensación de ser la carga de otros y tampoco quiero dar un paso adelante y
cambiar un destino que yo mismo he convertido en aciago. Porque, al final, he
sido capaz de encontrar el lado menos malo de ser infeliz...
Agónico. Irrelevante. Quema.
Agónico. Irrelevante. Quema.