Y si no queda nada, ¿qué? Miro al espejo y no devuelve reflejo. Las ganas han desaparecido y las razones se limitan exponencialmente cada día. Ya no queda nada. Ya no quiero nada.
29 agosto 2024
16 noviembre 2023
Letargo
Escribo tumbado. Ríos de pensamiento que fluyen a través de mis dedos. Son ideas que pasan como un carrete esperando a ser revelado. Es una nueva historia cada día. Qué digo cada día, cada minuto.
Como un maestro de marionetas que ha perdido el control sobre sus obras. Ya no hay hilos que mover porque ahora los mueven otros. El público espera una obra maestra. Pero, ¿qué público? La actuación es de puertas para dentro. Nadie sabe que existe. A nadie le importa. Nadie tiene nada en cuenta, no se fijan o no quieren hacerlo. Y todo se va difuminando, diluyendo, desgastando. Baja el telón y todo sigue igual.
Y esos dedos que antes escribían ahora sangran. Esos ojos que antes veían ahora lloran. Hace que esa mente que antes volaba a veces viaje dando tumbos. No es prisionera de nada, de nadie. Se ha acostumbrado a vivir de un impulso recurrente y ha entrado en un letargo incómodo y atribulado.
30 octubre 2023
Condena
Divagar porque es lo que mejor hago. Eso y procrastinar. Qué vida, ¿no? Pero es que no es vida, es una condena. Es querer arrancarme la ropa y con ella la piel. Deshacerme de todo lo que soy y convertirme en nada. No quiero ser ni siquiera una sombra. Quiero borrar mis huellas y que mi existencia no fuera tal. Desaparecer, que no quede de mí ni un recuerdo en la mente de nadie que me haya conocido. Librarme de esta carga y librar al resto de la misma. Nunca he sido tan feliz y a la vez nunca he estado tan triste.
Y no es que sea peor que nadie. Es que, a pesar de estar rodeado de gente, estoy solo en este puto mundo. Y no es algo que me moleste porque eh, la soledad es algo de lo que disfruto. Pero me canso. Me aburro. Nadie está a la altura y yo no me voy a rebajar. No voy a cambiar. No es debilidad, no es soberbia ni ego. Es la realidad de mi atadura.
¿Expectativas? Ninguna. ¿Ganas? Menos todavía. Ni yo estoy preparado para este mundo ni el mundo está preparado para mí. Y ya he vivido mucho con esto como para querer seguir haciéndolo. Porque, repito, esto no es vida, es una condena. Condenado a vivir, condenado a ser y condenado a existir. Soy único, soy diferente, soy irrepetible e inigualable. Y yo lo único que quiero es dejar de ser.
31 julio 2022
Pretérito primordial sereno
A veces, y sin querer, me sorprendo a mí mismo pensando en
aquello que pudo haber sido y nunca fue, que podría haber sido mi presente y mi
futuro o una historia pasajera pero que volvió a ser un “¿y si…?”.
Igual es demasiado arriesgado denominarlo mi
piedra angular pero, si me paro a pensarlo, todos los caminos me acaban
llevando allí. Y pasan los años y me sigo arrepintiendo por haber sido un
cobarde en aquel momento, por no querer dar el paso o por reprimir lo que
sentía en pos de un resultado cómodo, fácil, pero nunca feliz. Y pasa lo que
pasa, que llega un momento cada año en el que me acuerdo de ese recurrente “¿y si…?”.
Y ahora, dieciocho años después, sigo siendo un cobarde,
pero claro, la situación es completamente distinta y la relación no es la misma
ni mucho menos. No obstante, eso no cambia que yo siga anclado en 2004, en ese fotograma
del tiempo en el que casi doy el paso pero que acabó siendo una incógnita. Y
sí, todos y cada uno de esos dieciocho años he sentido el dolor de esa espina
clavada que, a este ritmo, va a formar parte de mí mientras respire.
Porque ¿para qué vamos a pasar página, verdad? Porque por mucho que intente olvidar, por mucho que aísle el ruido o que me tape los ojos siempre hay un mínimo resquicio de agonía que acaba penetrando de manera fulminante e inmisericorde. Pero creo que, siendo realista, soy yo mismo el que mantiene eso abierto, con la esperanza de que, algún día, la decisión que dejé de tomar en el pasado cambie el presente en un futuro que ahora mismo sólo puedo imaginar.
08 julio 2021
Usurpador
Porque ya no es que ese poso me atormente de día. Es que no me deja dormir por las noches. Y me contamina. La ponzoña, la herrumbre y la oscuridad se dan la mano con la esperanza, la ilusión y el olor a hierba mojada. A gasolina. A aire puro. El barro, la mugre y la sangre se entrelazan con el crepitar del fuego, el correr del río y las hojas del otoño chocando contra el suelo. Un alarido, el dolor punzante, un chispazo de pura energía nuclear que me hace tambalear. El horror y la pesadilla se encuentran follando con el amor y el éxtasis por un mañana diferente. No mejor, solo diferente. Es sucio, vulgar, húmedo; es cálido, condescendiente y cercano.
Es el olor a eucalipto y a madera de pino. Un bosque. Pero ya no es mi mente, ni mi cerebro, ni mi ser. Es algo que trasciende y evoca y provoca. PROVOCA. Es poderoso y yo soy débil. La muda de una serpiente que se convierte en polvo con el paso del tiempo. Y yo vivo ahí. Yo vivo en mí. Y muero en ti, que lees esto y no entiendes, pero comprendes. Sientes. Ves. Vives.