19 diciembre 2014

Diciembre

Diciembre...
Diciembre es un mes que, para mí, siempre ha sido un mes bonito, de celebración. Un mes en el que estar más con la familia y compartir momentos de alegría, júbilo y entretenimiento.
Diciembre es el mes de la felicidad, el mes de la Navidad, el mes en el que todo parece que siempre es bueno y en el que nada puede salir mal. Hasta el año pasado, Diciembre significaba eso para mí.

Ahora Diciembre es un mes diferente, un mes con altibajos, en el que los días pasan o muy deprisa o muy despacio y en el que lo más difícil de todo es pensar que falta algo, algo que se fue el pasado 26 de Diciembre y que nunca va a volver. Muchos no entenderéis que me pueda sentir así o pensaréis que exagero si llego a hablar de pesadumbre o verdadero dolor, pero perder lo más importante que has tenido en tu vida puede ser un lastre hasta que exhalas la última bocanada de aire.

Por otra parte, los que me conocéis entendéis de lo que estoy hablando y sabéis que ha sido lo más duro y difícil a lo que me he enfrentado en toda mi vida.

Brandy era mi perro, un perro que llegó a casa con poco más de un mes y medio de vida y que se fue con doce años y un mucho, dejando preciosos recuerdos y bonitas experiencias en mi (nuestra) memoria. Yo siempre decía que no era mi perro, que no era mi mascota, que era mi hermano (esto a mi madre nunca le hizo gracia, por la parte que le tocaba).
Nunca tuvo un mal gesto, nunca un atisbo de agresividad, al contrario; llegó a tal punto de empatía que conocía el sonido que emitía el motor de mi coche y, antes de llegar a la altura de mi casa, le podías escuchar ladrando, sabiendo que llegaba.

Llegamos a crear un vínculo muy fuerte, y es un vínculo que, incluso ahora, sabiendo que él ya no está, me gusta pensar que sigue existiendo en un plano más allá de cualquier explicación racional.

Muchas veces me encuentro a mí mismo esperando que salte encima de mí cuando entro por la puerta de casa, o cerrando la misma rápido para que no se escape (era su único defecto, le encantaba correr y si se encontraba una puerta abierta no se lo pensaba dos veces); otras veces, simplemente, me doy cuenta del silencio, un silencio que pesa como una losa cuando te das cuenta de que, los últimos doce años, ese silencio lo rompía un aullido, a veces cientos de ellos si se ponía pesado y había visto a algún otro perro pasando por la calle.

Por eso, y por primera vez este año, me he dado cuenta de que Diciembre tiene un sabor agridulce que va a permanecer ahí durante muchos años. Sé, y entiendo, que hay que quedarse con lo bonito de las historias y que la tristeza lo único que hace es corromperlas (quizás exagero, más bien hacer que sean menos disfrutables), pero todos los que hemos perdido a alguien importante sabemos que es parte de la rehabilitación y que, probablemente, eso nos haga más fuertes y nos evite una recaída.
No obstante, quiero pensar que las lágrimas que puedan emanar de mis ojos son lágrimas de felicidad, no de pena, porque no todos los dolores son dolores malos y no todos tienen como fin el caer en una espiral de tristeza.

Esta vez estoy escribiendo sin mucho orden, un poco sobre la marcha; aunque, os voy a ser sincero, llevo intentando terminar de escribir esto unos cuantos días y no he sido capaz de concluir esta entrada hasta hoy. Ya sabéis que no me gusta forzarme a escribir porque cuando me fuerzo las cosas no fluyen y acaba divagando sobre cosas que nada tienen que ver con lo que realmente quiero decir.

En fin, que lo de hoy no son palabras bonitas, pero tampoco son palabras feas. Son, una vez más, palabras que para mí son una manera de intentar expresar algo de lo que pueda estar rondando por una cabeza llena de pájaros, sin rumbo, que se guía más por intuición que por razón, y que, como muchas otras veces, se equivoca.

No quiero acabar la entrada sin mandar un abrazo muy muy fuerte a los que os interesa lo que escribo, por muy redundante o excéntrico que sea, en especial a una persona que se que lo lee todo (o casi) y que me anima a seguir haciendo estas cosas y siempre me pregunta cuándo escribo la siguiente, y a los que, de una manera u otra, apoyáis mis reflexiones.

Y para ti, Brandy, estés donde estés, ya sabes, el hueco que tienes en mi alma, en mi pensamiento, en mi vida va a seguir ahí siempre, perfectamente resguardado de cualquier agente externo, porque para mí lo has sido todo, aunque nunca cruzásemos ni una sola palabra, porque una mirada basta y una caricia lo dice todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario