19 abril 2014

Sombras [1]

Llevo un tiempo pensando en mi propio devenir, mucho tiempo, aunque más de un año aquí.

Pongámonos en situación: tengo 25 años y a lo que dedico la mayor parte de mi tiempo es a perderlo. Pierdo el tiempo por inercia, porque mi mente se pone a vagar y no es capaz de reaccionar a tiempo para hacer que ese tiempo que empleo en nada lo materialice de alguna forma útil o productiva. Es un círculo vicioso.

El problema es que ni siquiera así estoy cómodo, ni por asomo. Vivo en una constante utopía de mí mismo que no es capaz de sostenerse sobre sus propios cimientos pero que tampoco es capaz de derrumbarse para usarlo como base de una nueva iniciativa o de una manera de emprender algo diferente.

Y así pasa el tiempo, y pasan las oportunidades, y yo como el que oye llover. Me gustan los cambios pero a la vez me irritan; todo lo que sea cambiar mi día a día me resulta adentrarme en un territorio hostil del que no sé cómo voy a salir. Ese miedo es el que hace que, la mayoría de las veces, me quede estancado en la situación en la que estoy.

Muchas veces me miro al espejo y pienso 'Borja, tío, ¿qué cojones estás haciendo con tu vida?'. Me prometo cambiar, me prometo tener ideas y salir fuera, entrar en esa jungla llamada sociedad y apañármelas solo, pero me sigue asustando lo abrumador que resulta el mero hecho de planteárselo.

Cada día que pasa, cada vez que me culpo, cada oportunidad que pierdo, es una losa más encima de mi ya de por sí pesada conciencia. No es por falta de apoyo, ni por falta de ganas, ni por falta de empeño. La culpa es mía; es la lucha contra mi propia existencia, un choque de egos interno.

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