16 julio 2014

Legado.

Vengo a escribir hoy una entrada porque, mientras cenaba en un restaurante italiano de mi localidad, se ha presentado una situación que no es tan rara hoy en día.
Estábamos cenando tranquilamente mi familia y yo, disfrutando de la celebración del cumpleaños de mi madre, intentando hacer que se sintiese cómoda y disfrutase de la noche. A todo esto, entra una pareja al restaurante con un bebé en brazos, bebé que, dicho por la propia pareja, tenía 15 días de vida.
Y yo me pregunto, ¿es necesario que, a un niño que ha nacido hace escasos 15 días, lo traigas a un restaurante donde va a haber algo de ruido, gente moviéndose de un lado para otro y, sobre todo, donde el niño no va a estar cómodo? La gente está perdiendo el norte.
Pero no es solo eso. La pobre criatura se ha pasado llorando casi una hora, como es normal. Pero eso a los padres les ha dado igual, ellos han ido a cenar mientras su hijo no estaba tranquilo y calmado, crispando a las personas que allí estábamos porque, como comprenderéis, intentar mantener una conversación con un nño que no paraba de llorar al lado ha sido algo complicado.

A lo que voy es a la falta de educación y la falta de respeto que tiene la gente en estos tiempos que corren. Lo de hoy me ha dado pie a escribir lo que hoy escribo, pero ya tenía intención de escribir algo sobre el asunto, si no hoy más adelante.
Se ha perdido completamente el respeto a los mayores, a esa gente que nos ha estado educando toda la vida; a la autoridad, ya sea de una manera u otra; se ha perdido el respeto a la gente en general. Vas a comercios de cualquier tipo y te das cuenta que ya casi nadie da las gracias a la gente que atiende a esas personas. Nadie pide permiso a la hora de pedir paso; nadie cede su asiento en el transporte público a otras personas que lo necesitan más, nadie tiene empatía, al fin y al cabo.
En este caso, me refería a la juventud, a la gente que va de los 15 a los 35 años, pero lo de algunos adultos es más sangrante. Esos que te miran y parece que te están perdonando la vida, que no tienen respeto por otros por considerarlos inferiores a ellos.

Todo esto es un círculo vicioso, adultos que se desentienden, niños que ven que su educación se basa en lo que aprenden en la escuela y con lo único que se quedan es con lo que hacen durante el recreo; esos niños algún día serán esos padres que pasan de sus hijos, por unas razones o por otras (la mayoría dirán que es por trabajo, que les roba mucho tiempo, cuando en realidad es que para ellos lo cómodo es que de los niños se ocupen otros), y cuyos hijos crecerán a su imagen y semejanza.

Es la cruda realidad, y me da verdadera lástima saber que estamos perdiendo unos valores que son tan importantes. Respeto. Educación. Amabilidad. La gente se ha cansado de ser amable para con los demás y lo hacen todo casi por obligación, con mala cara, con el labio torcido.

Por eso, nunca perdáis la oportunidad de dar las gracias a la gente que hace algo por vosotros, que aunque no lo haga desinteresadamente, lo está haciendo, la mayoría de veces con una sonrisa en la cara para que tú te marches contento. Tú no pierdes nada por dar las gracias y puedes hacer feliz a una persona con ese mínimo gesto.


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