21 diciembre 2014

Decisiones [1]

Qué difícil es darse cuenta de que, lo más probable, es que casi todas las decisiones que has tomado en tu vida han sido decisiones equivocadas. Más difícil todavía es admitirlo, y ahí es donde estamos ahora.

He llegado al convencimiento de que me arrepiento de más cosas de las que me siento orgulloso, por lo menos en este punto de mi vida, y que los pasos que he dado para llegar aquí han sido casi todo para volver al principio; o ni siquiera, porque creo que, directamente, no he salido del punto de partida.
Tengo unas carencias bastante fuertes respecto a la confianza que tengo en mí mismo, y eso está llevándome a tener la autoestima por los suelos. He dejado de confiar en muchas personas en las que antes confiaba casi plenamente porque poco a poco me he ido dando cuenta de que ni ellos me aportan nada a mí ni yo les puedo aportar nada a ellos. No es una cosa que haya pasado de repente, viene de lejos. Obviamente, sigo creyendo y pensando que quedan otras personas que van a seguir ahí mucho tiempo (o eso espero) y a las que puedo aportar algo, por poco que sea.

Lo cierto es que he perdido el rumbo, falto de motivación y deseoso de encontrar algo que me mueva por dentro y quiera hacerme tener algo de iniciativa y ganas de volver a disfrutar de lo que me rodea. En momentos puntuales lo consigo, convencido de que se va a quedar ahí para siempre, pero pasado un tiempo me doy cuenta de que, quizás, la próxima vez sea la definitiva, porque esa última vez no lo había sido. Imagino que es la manera en la que intento pensar que, tarde o temprano, voy a encontrar eso que me de un impulso de tal manera que mi vida cambie radicalmente, que consiga mis metas (de las cuales ahora mismo no estoy muy seguro) y que me provoque tal explosión de emociones que necesite gritar hasta que desaparezca el ruido.

La cosa es que los cimientos de mi existencia se tambalean con la mínima brisa y que no veo, a priori, una manera de reforzarlos. No queda nada alrededor, ni agua ni tierra para convertir en barro y ayudar a que se sostengan; no hay árboles de los que sacar ramas para apuntalarlos; no queda nada más que hojas y la brisa que las mueve, hojas que vienen de lejos empujadas por el susurro de un viento que arrastra nubes de tormenta, nubes que descargan rayos y truenos sobre la atmósfera en la que me encuentro.
A veces, unos rayos de sol se cuelan entre esas masas densas, recordándome que hay una salida y que puedo encontrar el camino, pero son momentos breves, momentos cuyo valor es inmenso teniendo en cuenta la celeridad con la que pasan y la brevedad que se mantienen. Son manifestaciones de un futuro prometedor que se quedan en irrisorias mediocridades alimentadas por el orgullo de no querer admitir mis errores a tiempo, errores que traen consigo tempestades de momentos abrumadores los cuales son un flaco favor a la integridad de un individuo que siempre se ha guiado por las sensaciones antes que por la razón.

Admito que para cualquiera que lea estas palabras la primera idea que le venga a la cabeza sea la de pensar que tengo algún tipo de trastorno o que prefiere mantenerse alejado de mí porque si se acerca nada bueno puede suceder. En realidad ninguna de las dos es una idea acertada. Puede ser válida, como cualquier otra, pero no es acertada.
No quiero dar pena, no quiero que sintais lástima por mí o por las circunstancias que me rodean y no quiero condolencias. Me gusta sentir el cariño de la gente sin pedirlo porque sepan que lo necesito, me gusta que la gente se preocupe por mí sin necesidad de hacerlo por compromiso; porque es muy fácil tenerme ahí para lo que sea, sabiendo que yo siempre voy a estar si lo necesitais, pero si yo os necesito o lo hacéis por compromiso o directamente no lo hacéis. Os gustan las palabras vacías y los actos interesados, pero en el momento en el que podéis hacer algo desinteresadamente o como favor se os caen los anillos como si fuesen muy grandes para llevarlos puestos.
Me gusta rodearme de gente a la que no le importe ayudar a los demás cuando lo necesitan, gente buena y eso voy a hacer a partir de ahora, porque me gusta pensar que yo soy de ese tipo de personas para con la gente que quiero y me importa.

19 diciembre 2014

Diciembre

Diciembre...
Diciembre es un mes que, para mí, siempre ha sido un mes bonito, de celebración. Un mes en el que estar más con la familia y compartir momentos de alegría, júbilo y entretenimiento.
Diciembre es el mes de la felicidad, el mes de la Navidad, el mes en el que todo parece que siempre es bueno y en el que nada puede salir mal. Hasta el año pasado, Diciembre significaba eso para mí.

Ahora Diciembre es un mes diferente, un mes con altibajos, en el que los días pasan o muy deprisa o muy despacio y en el que lo más difícil de todo es pensar que falta algo, algo que se fue el pasado 26 de Diciembre y que nunca va a volver. Muchos no entenderéis que me pueda sentir así o pensaréis que exagero si llego a hablar de pesadumbre o verdadero dolor, pero perder lo más importante que has tenido en tu vida puede ser un lastre hasta que exhalas la última bocanada de aire.

Por otra parte, los que me conocéis entendéis de lo que estoy hablando y sabéis que ha sido lo más duro y difícil a lo que me he enfrentado en toda mi vida.

Brandy era mi perro, un perro que llegó a casa con poco más de un mes y medio de vida y que se fue con doce años y un mucho, dejando preciosos recuerdos y bonitas experiencias en mi (nuestra) memoria. Yo siempre decía que no era mi perro, que no era mi mascota, que era mi hermano (esto a mi madre nunca le hizo gracia, por la parte que le tocaba).
Nunca tuvo un mal gesto, nunca un atisbo de agresividad, al contrario; llegó a tal punto de empatía que conocía el sonido que emitía el motor de mi coche y, antes de llegar a la altura de mi casa, le podías escuchar ladrando, sabiendo que llegaba.

Llegamos a crear un vínculo muy fuerte, y es un vínculo que, incluso ahora, sabiendo que él ya no está, me gusta pensar que sigue existiendo en un plano más allá de cualquier explicación racional.

Muchas veces me encuentro a mí mismo esperando que salte encima de mí cuando entro por la puerta de casa, o cerrando la misma rápido para que no se escape (era su único defecto, le encantaba correr y si se encontraba una puerta abierta no se lo pensaba dos veces); otras veces, simplemente, me doy cuenta del silencio, un silencio que pesa como una losa cuando te das cuenta de que, los últimos doce años, ese silencio lo rompía un aullido, a veces cientos de ellos si se ponía pesado y había visto a algún otro perro pasando por la calle.

Por eso, y por primera vez este año, me he dado cuenta de que Diciembre tiene un sabor agridulce que va a permanecer ahí durante muchos años. Sé, y entiendo, que hay que quedarse con lo bonito de las historias y que la tristeza lo único que hace es corromperlas (quizás exagero, más bien hacer que sean menos disfrutables), pero todos los que hemos perdido a alguien importante sabemos que es parte de la rehabilitación y que, probablemente, eso nos haga más fuertes y nos evite una recaída.
No obstante, quiero pensar que las lágrimas que puedan emanar de mis ojos son lágrimas de felicidad, no de pena, porque no todos los dolores son dolores malos y no todos tienen como fin el caer en una espiral de tristeza.

Esta vez estoy escribiendo sin mucho orden, un poco sobre la marcha; aunque, os voy a ser sincero, llevo intentando terminar de escribir esto unos cuantos días y no he sido capaz de concluir esta entrada hasta hoy. Ya sabéis que no me gusta forzarme a escribir porque cuando me fuerzo las cosas no fluyen y acaba divagando sobre cosas que nada tienen que ver con lo que realmente quiero decir.

En fin, que lo de hoy no son palabras bonitas, pero tampoco son palabras feas. Son, una vez más, palabras que para mí son una manera de intentar expresar algo de lo que pueda estar rondando por una cabeza llena de pájaros, sin rumbo, que se guía más por intuición que por razón, y que, como muchas otras veces, se equivoca.

No quiero acabar la entrada sin mandar un abrazo muy muy fuerte a los que os interesa lo que escribo, por muy redundante o excéntrico que sea, en especial a una persona que se que lo lee todo (o casi) y que me anima a seguir haciendo estas cosas y siempre me pregunta cuándo escribo la siguiente, y a los que, de una manera u otra, apoyáis mis reflexiones.

Y para ti, Brandy, estés donde estés, ya sabes, el hueco que tienes en mi alma, en mi pensamiento, en mi vida va a seguir ahí siempre, perfectamente resguardado de cualquier agente externo, porque para mí lo has sido todo, aunque nunca cruzásemos ni una sola palabra, porque una mirada basta y una caricia lo dice todo.

27 noviembre 2014

Respiras.

Respiras;
te das cuenta de que tu sangre bombea a una velocidad endiablada debido a que tu pulso se acelera y pierdes la noción del tiempo. Darte cuenta que tu mente se centra en el pensamiento único y que no eres capaz de parar el torrente que fluye de dentro hacia fuera, de fuera hacia dentro.

Y sentir el frío en la cara; la brisa de tu llanto, el olor de tu mirada.

Comprendes;
llegas al convencimiento de que ese siempre ha sido tu objetivo. No siempre, pero sí en el presente, que es lo que importa. Cambia tu forma de pensar y tiendes a imaginar tu vida a su lado; nada más lejos de la realidad, porque el futuro es incierto y construye sus bases en el presente anterior.

Y ese frío te corta la respiración; te hace sentir vivo mientras, conscientemente, mueres lentamente.

Reaccionas,
pero, como en las mejores historias, siempre es tarde. No eres capaz de pararlo a tiempo y ya te ha calado en los huesos. Has llegado a tal punto que te has impregnado de su esencia y no hay solución milagrosa a semejante explosión. La coraza que creías tener ya no está.

Y las hojas han caído pero él sigue allí, parado, esperando ese momento que nunca llega.

Cambias,
pero todos los caminos conducen al mismo sitio. Es un círculo vicioso, y ella corre, escapa de una realidad para la que no ha sido concebida. Y entonces él vuelve a comprender, pero no de la manera que le gustaría.

Y no queda nada más que el recuerdo de una sombra que nunca fue y que nunca será, una sombra creada en base a una realidad alterada que lo atormenta.

Vives;
buscas en los recuerdos, los que ella dejó, los que te hacen sentir el frío, los que a la vez te mantienen caliente. Y con ello te quedas, porque a base de recuerdos se mantiene el mundo en el que vives, el presente que en un segundo será futuro. Y piensas en ella, a cada minuto, porque no es algo que va y viene, es algo que está.

Imaginas,
porque toda tu existencia se centra en eso, idealizar; besar sus labios de aire y acariciar su pelo etéreo, susurrar el silencio en su oído mientras por dentro gritas, gritas fuerte porque el dolor te hace sentir vivo, y sientes frío, porque el frío duele y estás vivo; y entonces, sólo entonces, respiras...

15 noviembre 2014

Sombras [2]

Entiendo que no soy una de esas personas que suele mostrar sus sentimientos o sacarlos a la superficie; entiendo que soy una persona que prefiere intentar resolver sus problemas y dilemas morales por sí mismo a abrirse a otros y pedir ayuda; entiendo que en muchas ocasiones disfruto de la única compañía de la música y otras veces ni siquiera.

Entiendo que todo esto hace que sea normal que me sienta solo, alejado del resto, perdido en mi propio universo de sombras del que cada vez va a ser más difícil salir sin abrirme a otros y sin pedir ayuda. He llegado a pensar que soy una mala persona, que cada vez que no quiero compartir con el resto no solo me hago daño a mí mismo sino que se lo hago a los que me rodean. He llegado a pensar que me merezco estar solo por ese mismo hecho, por no querer expresar lo que siento en cada momento o por no saber hacerlo. ¿Por no saber hacerlo? Puede que sea ese el problema. Pero no.

Muchas veces me pregunto si realmente siento o es todo un efecto placebo y realmente no soy capaz de tener sentimientos. ¿Soy completamente impasible? Al final, lo que desde un principio puede ser un problema de empatía o ser una persona reservada puede llevarme a ser un completo desconocido para mí mismo. No es nuevo, en realidad. Con el paso de los años se ha ido acrecentando.

No os voy a mentir, me siento solo. Sé que tengo el cariño incondicional de mi familia y de unos cuantos amigos, sé que siempre van a estar ahí para mí, y aún así me siento solo. No soy capaz de encontrar la paz interior conmigo mismo, quizás porque le doy demasiadas vueltas a las cosas y tiendo a aferrarme a ideas o supuestos que nada tienen que ver con la realidad.
Es una lucha interna, pero no es una lucha entre dos bandos, no es una lucha entre dos personas, ni siquiera es una lucha contra mí mismo; es la lucha de las ideas, es como si los volcanes no existiesen y a la tierra no le quedase otra que explotar debido a las presiones internas.

No obstante, hay pensamientos que ayudan a calmar esta corriente y suelen ser pensamientos centrados en dos o tres personas con las que he tenido menos trato del que me gustaría pero que con poco me han conseguido transmitir mucho. Pero volvemos a lo de siempre, no soy capaz de expresar lo que siento ni expulsar lo que sea que me aflige, me atormenta o me hunde más y más en un océano de causalidades y casualidades tirando de mí hacia abajo mientras otros me tienden la mano y soy incapaz de agarrarla. Y no no es que esas manos se alejen o desaparezcan, porque esas manos me agarran, pero mi piel está mojada y esas manos resbalan.

En ocasiones pienso si soy un romántico fuera de época o si simplemente soy un gilipollas que escribe (o intenta escribir) de manera profunda, que es lo más probable. Si bien es verdad que escribir me sirve para paliar la ansiedad y expresar de una manera simplificada lo que necesito, no se hasta qué punto es real o si de verdad estoy siendo sincero conmigo mismo y con los que podáis llegar a leer esto.

19 agosto 2014

El aroma de la mente.

Con el paso de los años me voy dando cuenta de que la gente ha ido dejando de lado los libros gradualmente.

Antes te subías al tren, al bus, al metro... y siempre te encontrabas a gente que pasaba las páginas de una novela, un periódico, incluso un tebeo. Ahora ya no, la tecnología se ha ido imponiendo y ya no ves a ese tipo de personas en casi ningún sitio. Ahora todo el mundo se ha aficionado a coleccionar golosinas en los videojuegos de sus móviles o tablets (que esa es otra, de la gente que te encuentras leyendo, el 80% lo hace en una tablet o en un libro electrónico. Y digo yo, ¿qué emoción tiene leer un libro en una pantalla que no huele, suena ni pesa como un libro?), a evitar que un pajarito toque el suelo o a matar cerdos a cañonazos.

No existe esa interacción que había antes cuando veías a alguien que leía el mismo libro que tú y comentabais el devenir de la historia. Ya no se escucha el papel crujiendo, no, ahora se escuchan sonidos electrónicos que nos indican que hemos perdido una vida.

Vas a las librerías y las ves vacías, solo habitadas por unos pocos que todavía conservan ese gusto por los libros del que a mí me gusta presumir.

Siempre digo que, llegado el día, vamos a dejar de tener estanterías con libros para sustituirlas por una simple mesilla en la que nos quepa el móvil, la tablet y el libro electrónico. Qué ambientes más tristes serán esos, vacíos de historias, conocimiento y aventuras.

Porque, queridos lectores, donde esté un libro como tal, en su estado físico tal y como fue concebido en un principio, que se quite toda modernez inventada por unos pocos y que ahora usan unos muchos.

31 julio 2014

De mentes y dementes.

Es irónico que las más brillantes mentes se encuentren hacinadas en las más oscuras profundidades.

Y, al final, lo que encuentras con mayor facilidad son palabras vanas, ideas confusas, bases cuyas bases están vacías y carecen de sentido; que se sobreponen y se instauran como si fuesen los pilares de la civilización.
Por eso, para encontrar, hay que buscar, rascar la herrumbre de la superficie para poder dar con esa luz, la que se esconde en las profundidades.


16 julio 2014

Legado.

Vengo a escribir hoy una entrada porque, mientras cenaba en un restaurante italiano de mi localidad, se ha presentado una situación que no es tan rara hoy en día.
Estábamos cenando tranquilamente mi familia y yo, disfrutando de la celebración del cumpleaños de mi madre, intentando hacer que se sintiese cómoda y disfrutase de la noche. A todo esto, entra una pareja al restaurante con un bebé en brazos, bebé que, dicho por la propia pareja, tenía 15 días de vida.
Y yo me pregunto, ¿es necesario que, a un niño que ha nacido hace escasos 15 días, lo traigas a un restaurante donde va a haber algo de ruido, gente moviéndose de un lado para otro y, sobre todo, donde el niño no va a estar cómodo? La gente está perdiendo el norte.
Pero no es solo eso. La pobre criatura se ha pasado llorando casi una hora, como es normal. Pero eso a los padres les ha dado igual, ellos han ido a cenar mientras su hijo no estaba tranquilo y calmado, crispando a las personas que allí estábamos porque, como comprenderéis, intentar mantener una conversación con un nño que no paraba de llorar al lado ha sido algo complicado.

A lo que voy es a la falta de educación y la falta de respeto que tiene la gente en estos tiempos que corren. Lo de hoy me ha dado pie a escribir lo que hoy escribo, pero ya tenía intención de escribir algo sobre el asunto, si no hoy más adelante.
Se ha perdido completamente el respeto a los mayores, a esa gente que nos ha estado educando toda la vida; a la autoridad, ya sea de una manera u otra; se ha perdido el respeto a la gente en general. Vas a comercios de cualquier tipo y te das cuenta que ya casi nadie da las gracias a la gente que atiende a esas personas. Nadie pide permiso a la hora de pedir paso; nadie cede su asiento en el transporte público a otras personas que lo necesitan más, nadie tiene empatía, al fin y al cabo.
En este caso, me refería a la juventud, a la gente que va de los 15 a los 35 años, pero lo de algunos adultos es más sangrante. Esos que te miran y parece que te están perdonando la vida, que no tienen respeto por otros por considerarlos inferiores a ellos.

Todo esto es un círculo vicioso, adultos que se desentienden, niños que ven que su educación se basa en lo que aprenden en la escuela y con lo único que se quedan es con lo que hacen durante el recreo; esos niños algún día serán esos padres que pasan de sus hijos, por unas razones o por otras (la mayoría dirán que es por trabajo, que les roba mucho tiempo, cuando en realidad es que para ellos lo cómodo es que de los niños se ocupen otros), y cuyos hijos crecerán a su imagen y semejanza.

Es la cruda realidad, y me da verdadera lástima saber que estamos perdiendo unos valores que son tan importantes. Respeto. Educación. Amabilidad. La gente se ha cansado de ser amable para con los demás y lo hacen todo casi por obligación, con mala cara, con el labio torcido.

Por eso, nunca perdáis la oportunidad de dar las gracias a la gente que hace algo por vosotros, que aunque no lo haga desinteresadamente, lo está haciendo, la mayoría de veces con una sonrisa en la cara para que tú te marches contento. Tú no pierdes nada por dar las gracias y puedes hacer feliz a una persona con ese mínimo gesto.


14 julio 2014

Libre albedrío.

Bien es verdad y por todos es sabido la necesidad de las personas por encontrar afecto en el prójimo, por una razón o por otra, o, incluso, por varias razones a la vez.

Lo que no te enseña nadie, salvo la vida y las propias experiencias, es que no siempre vas a encontrar el afecto que quieres en las personas que más te gustaría. En la mayoría de los casos, la reciprocidad del afecto es nula. No obstante, como buenos seres humanos que somos, seguimos intentando, por todos los medios, que ese afecto prospere, florezca y se convierta en algo más, sin pensar en las consecuncias a medio-largo plazo de nuestras decisiones.
No miento cuando digo que intentar forzar una situación para que sea todo lo idílica que queremos sin darse las casualidades, unas determinadas condiciones o llámalo equis al final acaba en desastre.
Ni con esas, la mayoría de veces, somos capaces de reaccionar a tiempo y volvemos a caer.

Crear un vínculo no debería llamarse crear, porque crear implíca una acción directa de alguien para que eso pase, y, en el 99,9% de las situaciones, los vínculos aparecen de manera espontánea. Pero volvemos a dejar patente que somos seres humanos.

Lo peor de todo esto es que, al final, el vínculo que "creas" tiene fugas por todos lados y no se sostiene por sí mismo, forzando situaciones y creando tensiones dignas de cualquier drama de la gran pantalla. Pero las películas se acaban mientras que las huellas y las heridas que dejan estas experiencias se van a quedar ahí. Y aunque creas haberlas olvidado con el paso de los años lo único que has hecho ha sido enterrarlas, y cuando llueva, será su oportunidad de ir apareciendo poco a poco.

Luego existe otro problema, que es la interpretación de cada uno de las señales para cada situación, pero eso es un tema que da para una entrada nueva, y el cual no voy a abordar hoy, aunque me encantaría.

...

Veréis que no escribo mucho, más que nada porque me gusta escribir cuando quiero contar algo, no escribir por escribir, que esto no es twitter. No obstante, últimamente tengo muchas ganas de plasmar cosas aquí, en plan diario, y aunque nadie lea esto (más que nada porque no he dado la dirección a ninguna persona) siento que, de un modo u otro, puedo desahogarme. Mi principal problema es que me cuesta decir las cosas y exponerlas en un cara a cara, incluso con la gente más cercana a mí, pero, como escribir no se me da mal y creo que me expreso mejor, aunque crípticamente, tengo esta vía de escape para situaciones así.

Hoy es el día que, por primera vez desde que me puse a escribir aquí, voy a hacer público el blog, cosa a la cual, por un lado, soy reacio a hacer, y por otro me apetece, para saber lo que la gente opina de lo que ronda mi cabeza.

Sin más, otro día pasa.

30 mayo 2014

Tiempo.

Hay veces que echas de menos a personas, momentos, segundos que pasaron volando sin que pudiésemos pararnos a pensar en lo valiosos que en ese momento eran. Hay personas que dejan una gran huella en tu vida por muy poco que compartieses con ellas, por fugaces que fuesen los encuentros.

Son personas que llegan donde otras no pueden con un simple gesto, con una frase, con una palabra. Esas son las personas que quieres tener siempre cerca y las que, por desgracia, muchas veces son las primeras en irse.

Pero ese eco sigue ahí, nunca se va. Es como perder a alguien pero sin haberlo perdido, y saber que vais a seguir caminos diferentes que casi nunca van a volver a cruzarse. Por eso, siempre que podáis, nunca dejéis pasar la oportunidad de volver a ver a esa persona a la que no veis desde hace años, porque nunca sabes cuando puede ser la última vez que puedas pasar un buen rato con ella, nunca perdais la oportunidad de sacarle una sonrisa y de que os la saquen; vivid cada momento como si fuese especial porque, probablemente, lo sea.

Hay muchas cosas de las que me arrepiento y una de ellas tiene que ver con lo que aquí escribo. No hagáis el tonto, aprovechad el tiempo, por muy irrisorio que parezca en ese momento, y sacadle partido.

“I will remember the kisses
our lips raw with love
and how you gave me
everything you had
and how I
offered you what was left of
me,
and I will remember your small room
the feel of you
the light in the window
your records
your books
our morning coffee
our noons our nights
our bodies spilled together
sleeping
the tiny flowing currents
immediate and forever
your leg my leg
your arm my arm
your smile and the warmth
of you
who made me laugh
again.”
― Charles Bukowski

19 abril 2014

Sombras [1]

Llevo un tiempo pensando en mi propio devenir, mucho tiempo, aunque más de un año aquí.

Pongámonos en situación: tengo 25 años y a lo que dedico la mayor parte de mi tiempo es a perderlo. Pierdo el tiempo por inercia, porque mi mente se pone a vagar y no es capaz de reaccionar a tiempo para hacer que ese tiempo que empleo en nada lo materialice de alguna forma útil o productiva. Es un círculo vicioso.

El problema es que ni siquiera así estoy cómodo, ni por asomo. Vivo en una constante utopía de mí mismo que no es capaz de sostenerse sobre sus propios cimientos pero que tampoco es capaz de derrumbarse para usarlo como base de una nueva iniciativa o de una manera de emprender algo diferente.

Y así pasa el tiempo, y pasan las oportunidades, y yo como el que oye llover. Me gustan los cambios pero a la vez me irritan; todo lo que sea cambiar mi día a día me resulta adentrarme en un territorio hostil del que no sé cómo voy a salir. Ese miedo es el que hace que, la mayoría de las veces, me quede estancado en la situación en la que estoy.

Muchas veces me miro al espejo y pienso 'Borja, tío, ¿qué cojones estás haciendo con tu vida?'. Me prometo cambiar, me prometo tener ideas y salir fuera, entrar en esa jungla llamada sociedad y apañármelas solo, pero me sigue asustando lo abrumador que resulta el mero hecho de planteárselo.

Cada día que pasa, cada vez que me culpo, cada oportunidad que pierdo, es una losa más encima de mi ya de por sí pesada conciencia. No es por falta de apoyo, ni por falta de ganas, ni por falta de empeño. La culpa es mía; es la lucha contra mi propia existencia, un choque de egos interno.

17 abril 2014

Mis primeros pasos o cómo un lunático llegó a escribir un blog.

Bien, un blog. Estos últimos días la gente me ha dicho que por qué no me hago un blog, que tengo muchas cosas que contar, cosas fascinantes, cosas interesantes, cosas en general.

Y aquí estoy, escribiendo las primeras líneas de lo que bien podría ser el blog de mi vida, algo que, por un lado, no me importaría para nada (siempre he sido de esos a los que les gusta escribir, mucho más que hablar), y que por otro no me termina de hacer especial gracia. Si, voy a escribir cosas, unos días sobre mi, otros días sobre otros y otros días sobre cosas que no tienen nada que ver con nada de lo anteriormente nombrado; pero tampoco quiero exponer más de lo que en principio pretendo, y eso no es fácil cumplirlo.

Antes que nada, el blog se llama Room 217 por esa famosa habitación del Hotel Overlook, conocido para muchos, nuevo para otros tantos. Por desgracia para mí, no he leído todo lo que me gustaría de Stephen King, y El Resplandor está entre esas obras que tengo grandes ganas de comenzar, pero, en este caso, solo he visto la película dirigida por el señor Kubrick (que me consta que no fue para nada del agrado de King), y me atrajo tanto que por eso he decidido llamar así al blog. Hay otra razón, y es que, en teoría, la habitación 217 debería permanecer cerrada pase lo que pase (ya se lo dice Dick a Danny cuando éste descubre que el niño tiene el resplandor) porque lo que hay dentro puede ser peligroso, peligroso porque es lo desconocido. Eso mismo me gustaría que significase lo que aquí escribo, entre otras cosas; que como es desconocido para vosotros, los lectores, tengáis esa dosis de emoción y de cuidado a la vez. No siempre voy a escribir cosas que gusten, es más, voy a escribir como manera de desahogarme y como forma de liberar algunas de las cosas que, en determinados momentos, puedan estar encerradas en cubículos dentro de mi cabeza esperando salir.

Poco más; no tengo experiencia en escribir para que la gente lea, con lo cual, y de momento, voy a dejarlo aquí, esperando uno de esos momentos de lucidez para ponerme a teclear ideas a priori inconexas que salgan de mi cabeza para luego ordenarlas y hacer de esto una afición entretenida, que no me hastíe.

Para empezar con algo de incertidumbre, no voy a repasar lo que he escrito en esta entrada y, cuando publique la siguiente, haré un repaso para ver qué tal ha quedado.

Con esto me despido, esperando que el leer lo que voy escribiendo pueda ayudarme a hacerme una idea de lo que he sido, lo que soy y lo que quiero ser.

PD. Al principio esto va a ser un poco caótico en cuanto a diseño, os lo voy avisando. Con el tiempo me pondré a dejarlo bonito y confortable. Una habitación tiene que serlo, y más si es la 217.